Día 38/40
Para Álex
Acaso más que un vómito mental, lo que podría describir mejor esa relación son las manzanas. Manzanas, joder, manzanas. Me imagino tu rostro rojo, congestionado [acaso te resfriaste otra vez?] y la duda inmensa que ahora mismo ha de estar cruzando tu cara. “Manzanas, apples, apples?” No, idiota, no quiero decir eso. En la radio suena la voz de José Feliciano. “Ai uana uiz iu a berry crismas”. Y me hace pensar en que ya vienen las fiestas, que tenemos 20 años, tan viejos a tan corta edad, y que no estás aquí. Pero estaba hablando de manzanas, manzanas. ¿Te gustan? Claro que te gustan, estábamos en la clase de Religión, con ese curita tan débil y afeminado, Padre Robert, buen día, cómo está usted, y a sus espaldas ‘Sotanita fresita’ Unas mierdas, siempre. Pero reíamos, no? Y en la clase del jueves, el curita habló de la manzana, de la serpiente, y fuiste el primero en darte cuenta, [siempre lo eras… desde ese día, claro] pero no le dijiste nada a nadie, esperaste que el curita acabara y me llamaste:
- El pecado original, la manzana, eso es otra manera de llamar al despertar sexual.
Y abrí los ojos, grandes, grandes, siempre me decías que te gustaban mis ojos, que eran como otra manera de decir adiós, yo nunca entendía eso. Cuando los decías, yo sonreía, y abría más los ojos [Adiós, adiós]. Es tarde, ahora es tarde. Desde ese día que abrí los ojos, me di cuenta que las manzanas son peligrosas. Son peligrosas, idiota, tú lo sabías entonces, y no te lo dije, pero tienes que tener cuidado. Me tiembla la mano y pienso “No hay manera de que me entiendas”. Y joder, si así ocurren las cosas, es mi culpa, es tu culpa, de todos, del dolor, no entiendes, no entiendo, me pongo tan nerviosa a veces, no sé.
Pero bueno, Qué haces ahora entonces? Sí, sí… El trabajo, el tiempo, tus planes a futuro. Somos jóvenes y felices, lo tenemos todo, la carrera, la familia… pero no lo sabes, de eso tampoco te has dado cuenta. Cuando ese sábado [sí, sábado era, porque sabía que al día siguiente me iba a sentir dos veces deprimida] me dijiste “Voy a irme de aquí”, me quedé callada, puse las manos en los bolsillos y miré al cielo. El silencio incómodo era tremendo, enormísimo. Te fuiste de mi casa ese día sin decir adiós, creo que íbamos a escuchar un disco de los Ataris y lo dejaste. Yo tuve los ojos cerrados. Me parece que fue ese día que empecé a fumar. Pablo me decía “Inhalar, retener, devolver, soltar”. Me besó y todo era mejor… no, no lo era. Una semana después tomaste el avión y te fuiste.
Para qué te escribo todo esto? No sé, esa pregunta es como decirme porqué hablamos, porqué hacemos las cosas que hacemos, [Nadie lo sabe]. Y simplemente tengo necesidad de hacerlo, y veo la cara de Pablo, y él me dice “Las necesidades son procesos subjetivos consecuencia de los estímulos iniciales dados durante los primeros años de vida de una persona”. Y yo? Soy yo todo eso, esta carta es todo eso? Mierda, Javier, eso es pura mierda.
Ayer una señora tenía [Tal vez hoy también, una nunca sabe con estas cosas] la cara más triste de todo Arequipa, sabes? Estaba sentada en las gradas de la catedral, y no miraba a nadie. Sus ojos parecían estar más allá de lo que vemos a diario, de esa porquería que nos quieren hacer pasar por realidad. Me senté a su lado y saqué un cigarrillo del bolsillo izquierdo [Estaba esperándolo]. Transeúntes varios, turistas, un chico que parecía perdido [Lo estamos todos, todos estamos perdidos en esta ciudad, tú, claro, tú te largaste y no me dejaste tiempo de nada]. La señora me miró. Dijo algo de mi pelo y se largó. Me reí.
Pasado mañana es navidad, y no estás aquí. Y eso qué puede importarte, eh? Eres feliz? No sé nada de tu vida… No sé ni siquiera si esta persona a la que le escribo eres tú, ese que conozco… Quiero salir de aquí.
Releo todo y esto no alcanza a ser todo lo que quiero decirte. Ayer llamé toda la madrugada a esa persona y me puse a llorar con él. Por qué no estás aquí? Por qué juegas a ser el tercero, a no permitir que entremos a tu vida? Somos amigos, no?
Pero no sé. Ni siquiera sé quién eres ya! Los domingos salgo por caminar por el centro, reviso precios de ropa, reviso precios de cosas, busco algo… Algo que no sé que es. Cuando éramos niños, jugamos a la guerra. Sacaste una pistola [tus dedos, tus manos] y me apuntaste.
- Bam! Te maté.
Muerta de risa, ayer. Revisé un poco mi pelo, y de nuevo pensé en ti. Pasado mañana es navidad, y no estás aquí. Lo dije nuevamente, no? Ese chico perdido ya no estaba, ah. Quizás no todos están perdidos en la ciudad, quizás algunos estamos simplemente un poco desorientados. Tengo tantas libretas llenas con cartas que te escribo y no te envío, y pienso a veces que debo estar mal, no puedo estar bien, este mundo… Quién dijo eso antes? Un poco desorientados, iba diciendo. Como esa vez que estuvimos en tu casa, y era tu cumpleaños, y no querías bajar porque no había payaso, y payaso habían prometido tus padres, pero no había payaso. Tu mamá te suplicaba, hijito, por favor, baja, tus amiguitos te están esperando, y tú sonreías, y llorabas, no te decidías si ser un ángel o un demonio y te quedabas en las escaleras, mirándonos. Ese día no hubo payaso, tu mamá había contratado a un mago, que nos hacía ignorarte, mientras no bajabas. Mucha magia, ninguna risa. Bajaste, y ese día me di cuenta que sólo quería estar cerca de ti, pero no te importaba.
Pasado mañana es navidad, y yo aquí tan sola. Pablo me asusta a veces, tiene esa manera torva de mirar, le pregunto, “En qué piensas?” Y él se queda callado, no sé. No sé, a veces me da miedo, a veces me da asco, a veces quiero dejarle, pero no sé. Mi gato no aparece desde hace tres días, ese gato, recuerdas? Creo que tú lo miraste un día y dijiste “Se llama Juan.” Y no me quedó otra opción que ponerle Juan, así te quiero yo, maldita sea. Y Juan no aparece hace tres días, no sé. Tengo miedo de despertar un día y encontrar un sobre ensangrentado, y su cabeza mirándome, tu cabeza, vendría a ser. A ese animal lo quiero demasiado, es como ese perro Comeback, del Che, que le dio a su chica en esa película, recuerdas? No, no recuerdas. Sólo yo soy tan estúpida para andar recordando esa clase de cosas, y ver que un tipo le deja un perro llamado Regreso, y lo comparo con Juan [Claro, la comparación se queda corta, pero no sé que más hacer.]
Pero estoy sola en verdad? Pablo es muy bueno, muy lindo, pero le temo y le quiero, ya no sé. A veces se reemplaza a las personas, a veces creo que lo querría más si él fuera tú. Los sábados no me gustan, me hacen pensar en ti. Hoy es domingo, y pasado mañana es navidad. Ya qué me puede importar una fiesta en la que paro triste. El doctor Maestre, ese viejito que sale en la radio, dice que la gente que puede suicidarse es la que peor la pasa en navidad, que el ver tantas muestras de afecto forzado hace que se sientan peor, más alejados, más como que no pertenecen a nada de nada. Soy así? Podré sobrevivir al 25 de Diciembre del 2007? El día 40 desde que empecé a contar?
Pero ayer, luego de llorar, llorar como yo lo hago siempre, porque podré ser llorona, pero soy perseverante, y no cambio. Y tú sabes, tú bien lo sabes, maldita sea. Qué tengo, qué me queda, salir con ellos, ahora, acaso? El tiempo lastima todo, el tiempo, el tiempo, esa mierda que obsesiona a Antón, él también está mal a su manera. Un día me dijo “Cada uno se obsesiona con lo suyo”. Y yo no le entendía, pero ahora lo entiendo. Una obsesión como esta no puede ser sana, lo llamé el sábado, y nos reímos un poco, pero la obsesión es buena y mala, es cuando te das cuenta de la obsesión [la frase es suya] que se vuelve algo perjudicial. Mierda, Antón, qué podrá estar haciendo ahora, ahora que escribo cartas que no te voy a enviar, que probablemente lleguen a ser una bolsa guardada en la azotea de mi casa, que de vez en cuando abra la bolsa para sentirme mal, recordando años pasados, y mi maldita manera de ver la vida.
Siempre que escribo esta clase de cosas, [porque no es la primera vez, y no será la última], tengo tanto miedo que Pablo se de cuenta, o que deje de fingir que no se ha dado cuenta. Porque estoy segura, él juega con mi mente. Sabe que mis sentidos están perdidos, tan desorientados como yo, y a pesar de eso no me deja. Un día encontrará una de estas cartas, lo sé, y entonces ya no sé que va a pasar, ahí acaba mi capacidad de ver el futuro. Porque hay cosas que es preferible dejarlas abiertas, otras cerradas, y no sé cuál de las dos es esta.
Porque pasado mañana es navidad, y probablemente, no, seguramente, tú ya no eres ese que yo pensaba que eras. Yo tengo presentimientos, yo sé que es lo que haces con tu vida, aunque no pueda estar a tu lado sé que clase de cosas podrías hacer para lastimarme y lastimarte… Es una porquería, sí. No me crees? Ahora mismo debes ser alguien más, imagina, ser dos personas, una que eras antes y una que eres ahora. Yo puedo ver que es lo que haces, así te quiero yo, te quiero lo suficiente como para saber que haces sin estar a tu lado.
Mi vida, una porquería. Llego a la parte final de esta carta, y no sé. Me joden las cosas que no tienen principio ni final, cartas equivocadas, cartas que yo sé no tomaré en cuenta para nada que no sea sentirme mal. En fin, qué más puedo hacer conmigo, contigo. Mañana quizás cambie de opinión, y bah. Bah, como dice la inconsciente esa.
Lorena
1 comentario:
Nota casi un año después de haber escrito eso [Noviembre 2008].
Es innegable la cantidad de similitudes en los personajes descritos por Sebastián Villanueva y aquellas personas a quien es dirigida la obra. Sin embargo, ni uno representa a todos, ni todos son representados en uno. Es más como si, jugando con colores, definiera un mensaje totalmente subjetivo.
[Cada quien ve lo que quiere ver. Supongo que esa es la razón por la que Tania siempre me dijo que el Primer Capítulo no le gustó a su madre.]
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