sábado, setiembre 12, 2009

Dos: Pablo [Play Embedded Video]

Bueno, se fue. Yo también, pero de eso hablaré intermitentemente, si me animo.

Siempre me dio la impresión que a veces Sandra sentía, como la canción de Soft Cell, a veces sentía que tenía que escapar. Irse. Del dolor, las cosas que parecen no ir a ningún lado, al margen de las cosas que pudiera decir. No podía dormir en la noche. Esta mancha que tengo, mis lágrimas, bueno. Ahora sé que ella tenía que irse, pero no por escapar. Alguna vez corrió hacia mí, bueno, ahora corre de mí. Algo así iba esa canción, Tainted Love. Esas mariconadas que les gusta escuchar a ustedes, jaja, el synthpop será pajita y todo, pero eso es full ambiente, ah. Resulta anacrónico escribir cartas así, en épocas de mensajería instantánea y textos del celular, resulta anacrónico colocar las cosas de mi puño y letra, no crees, Lorena? Más aún, a la distancia, esta cosa tardará unos días en llegar, pero así es mejor. Sí.

Un par de cosas.

Sandra se largó sin decir nada, probablemente porque no había mucho que decir. Más allá de un par de ejercicios de Lovecraft en mi cabeza, o pequeñas ideas de secuestro, creo que Sandra se fue porque ya no aguantaba parar entre nosotros. Me siento cagado a veces, pienso que soy el responsable, pienso que de poder retroceder el tiempo, haría todo nuevamente, letra por letra de mis actos, acto por acto en mis letras. Soy malazo para escribir cartas, de cualquier tipo. Recuerdas las noches hueveando por el centro? No habrá pasado sino dos o tres veces, pero qué chévere era, no crees? Naturalmente, eso era antes de que pasara todo lo que ocurrió, todos nuestros egoísmos pequeños, nuestros veranos eternos. Estoy asqueado de eso. Se lo dije a Javier una vez, en Febrero. Estoy asqueado de estar jugando a estos dramitas perpetuos, asqueado de tus intentos de suicidio, asqueado de oír discos de Shakira y pensar en “Quizás de haber tomado otras acciones”. Yo no soy así. No puedo andar mirando de espaldas la vida.

Sí, se lo dije a Javier. Quizá de haber podido despedirse de alguien, Sandra se despediría de Antón; bueno, la única persona que sabía por qué yo me largaba y cuando lo hacía, ese era Javier. Eso equivale a una despedida, no? No es necesario incluir la falsa ilusión del aprecio mutuo, la mentira que resulta de decirle a alguien “Harás eso por tu mejor amigo, no, Javier?”. No, no es necesario, y era algo como eso. “Gothspit” fue lo último que me dijo, antes de quitarme. Creo que es una banda o similar, mira nada más lo poco que se puede ser en la realidad.

A estas alturas, ya debes estar preguntándote, “Y por qué mandar una carta?”, bueno, mujer, eso es porque hay cosas que uno es muy marica para decir cara a cara. Además, tú no me hablas desde hace no sé cuantos meses, por razones que quizá ya quedaron expuestas en el primer párrafo. Y finalmente, y quizá esto es lo más importante, porque esta carta es una especie de complemento a cierta carta de la que supuestamente yo no sabía nada, una carta tuya, de hace un par de años, una que quizás empezaba con “Pasado mañana es navidad”. La recordarás? Siempre fuiste buena para esos dramas, Lorena. Dramas, dramas, dramas. Uno se siente forzado, obligado a participar en tus simulacros. Cómo te animará esto, cómo, hacerte partícipe de algo que tu piensas que ya has cerrado, o quizás… No lo sé. Creo que en verdad nunca pude entenderte.

“Hay mucha arena por aquí”. Así era el primer mensaje de texto que yo recibí, en marzo. No lo comprendí, estaba muy metido en mí mismo en esos días. Una chica había terminado conmigo hace menos de un mes, y ya sabes lo que opino de esas situaciones, cómo es que se deben curar esas cosas. Por eso, no entendí el mensaje de texto, lo leí y no le di importancia, porque parecía que iba dirigido a otra persona, tan breve y aparentemente parte de una cadena de mensajes de esos que se envían cada dos minutos, una conversación estúpida por sms, ya sabes cuanto las detesto. Unos dos días después, otro, del mismo número “Revisa si existe una estrella llamada Spica”. Aquí recién me interesó el asunto, y revisé el código del número: 0199… Lima. Puedes creerme o no, pero me puse a investigar. En realidad son dos estrellas… No sé ni porqué te digo estas cosas. Le mandé un sms de vuelta: “Son dos estrellas, están en Virgo. Por cierto, quién te dio mi número?”. No me respondió. Llamé un par de veces, y era el celular de un tal Andrés, que negó por completo haberme mandado mensajes o haber recibido los míos. Lo dejé ahí, probablemente era una broma infantil y, como no volví a recibir nada de ese número, me olvidé del asunto.

Hace un mes recibí el tercer y último mensaje. “Las cosas no están bien. Spica no es real, o tal vez sí, pero no la que yo pensaba”. Este mensaje llegó de Internet, pero de todas maneras llamé al número que tenía, la única “pista” que tenía. El tal Andrés contestó, y esta vez le dije que se dejara de tonterías [Quizá se lo dije en un lenguaje algo más fuerte]. Apenas yo mencioné lo de la estrella, él me dijo, muy calmadamente “Seguramente era más como Plutón y Caronte” y me apagó el celular. Yo, no entendí nada en ese momento, y lo que luego creí entender tal vez no sea precisamente lo que él quiso decir. Siempre es así, no te parece? Divorcio entre las letras que se dicen y las letras que se entienden, tú me enseñaste esas vainas. Le mandé otro mensaje amenazándolo, para que se dejara de tonterías [Nuevamente, con otras palabras]. Y quizás no habría entendido nada jamás y el tema no habría pasado de ser una anécdota rara que nunca llegas a contar a nadie porque no tiene el menor rastro de lo que podríamos llamar “interesante”, si no fuera porque Sandra llamó un día después. Era un número de Trujillo, cosa inexplicable, francamente, y yo sólo respondí sus preguntas: Ya no quería saber nada de nada con ella. Que hiciera de su vida lo que desee, tal como alguna vez me dijo, “No es mi problema, no más, al menos”.

Me preguntó si estaba bien, si seguía en la ciudad, cómo estábamos todos.

Y luego, nada de nada, se quedó callada. Qué raro en ella, siempre hablando hasta por los codos. El incómodo silencio de siempre, acechando en cada giro de una conversación telefónica, no? Jajaja. Si esto fuera un teledrama mexicano yo debería haberle dicho otra cosa, enrostrarle todo lo que pasó, y finalmente, putearla como es debido, por largarse así, precisamente en el momento. En cambio, lo único que hice fue preguntarle qué era lo que iba a hacer ahora. “Escapar”, contestó antes de colgar, y eso fue lo último que supe de ella.

Por eso digo, “Bueno, se fue”.

Qué importancia puede tener este hecho trivial? Por qué una carta que te envío, a tanta distancia, y que me va a salir un ojo de la cara, acaba siendo una especie de charla trivial sobre una amiga en común? Seguro ya lo notaste, y es que de trivial nada, no? Jajaja. Sí, siempre se me hace complicado hablar de cosas así. Por eso, te digo, no me arrepiento de las cosas que hago. Me arrepiento de lo que ocasiono, Lorena.

Volviendo a lo otro. A la segunda cosa de este par de cosas. Mi mejor amigo, sí, mi mejor amigo. Con una lógica similar, debería hacer una larga lista a la mexicana, insultarte o algo. No, la verdad, no. Un poco más brevemente, ese tampoco es un tema que me concierna ya. Tampoco te engañaré con la máscara de la madurez o cosas así, porque nos hemos hecho daño, y si me pongo a colocar en una balanza quién lastimó más a quién sería la historia de nunca acabar.

Naturalmente tu carta iría en esa balanza. Tu miedo a mí, tu temor a mí, tu conformismo conmigo. Con esta máscara de la madurez puesta, podría decir “Simplemente pensabas en ti y en el dolor que sentías, lo que te hacía sufrir”. Sin la máscara, pues, decirte, devolviste el dolor, y muy bien.

En verdad, si esta fuera una producción de Televisa, nadie quedaría bien parado, todos encajarían fácil, fácil, en el papel de la mala. Pero todos perciben la fiesta como les fue en ella, no? Me pongo en el lugar de otros, y supongo que cada quien interpreta la realidad a su antojo. Tienen derecho. Eso no cambia la opinión que yo tenga de cada quién. Eso no cambia la opinión que yo me haya podido formar, luego de tantos años conociéndolos, compartiendo tantas cosas, participando en esta fiesta. Porque, una fiesta es, al fin y al cabo.

Sólo un pensamiento más. No creas que yo ignoro todo el concepto que te habrás hecho de mí, que se habrán hecho de mí. Del mismo modo en que tú no ignoras las ideas que tengo de ti, lo que Javier sabe de primera mano que opino de él. Quizá al irme [Escapar sería la palabra de Sandra, pero yo detesto el drama] él pensará que su idea de degradación, encarnada en mí, desaparecerá. Nada más gracioso que saber que será peor sin mí cerca.

Y no estoy cerca. Oye, hay mucha nieve por aquí.

Pablo



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