domingo, enero 17, 2010

El día final

Me ayudó a bajar del taxi en la esquina del terminal, él tenía solamente la ropa con la que había venido y encima una chompa que compró aquí, yo, muerta del sueño, una falda y un polo, que muy poco me abrigaban, claro, y su casaca. Habíamos salido de compras un poco el día anterior pero hoy me dio sueño y las pestañas se pegaron, estuvimos dando vueltas el día anterior pero yo ya no escuchaba porque mis pestañas y se acercó a ver si los buses ya saldrían.

- Espérame un momento, por favor -me dijo.

Y mis pestañas seguían cerradas, y mi boca murmuraba un "sí..." tan leve que tal vez no lo escuchó y pensé por un segundo, mientras me sentaba en la banca a dormitar, nuevamente en que en el taxi me había quedado dormida en su pecho y quizá un poco de la arena se quedó allí porque también la arena quería dormir conmigo, mis pies tan desnudos simplemente eran como su pecho y yo era como la arena, y cada quien dormía encima del otro, cada quien era un remedo del anterior, cada quien era un recuerdo del anterior y tal vez si la arena dormía en mis dedos y mis dedos en su pecho, tal vez su pecho dormía en otra luna, otra luna que se colaba por mis pestañas no tan cerradas que se orientaban al cielo, un poco, simplemente, un poco entreabiertas.

- Llegamos una hora temprano -me dijo, despertándome con un beso en la mejilla - Te quedaste dormida?
- Estaba soñando con la luna.
- Oh, la luna es incompleta... te diste cuenta? A veces en el día ves al sol y la luna al mismo tiempo, no?
- Sí.
- Pero en la noche sólo ves a veces a la luna y---
- Nunca al sol.
- Por eso, sabes, se suele asociar la luna a la divinidad femenina, prácticamente en todas las culturas. La gente creía que cuando el sol se iba al anochecer, iba a ver a otra luna. Cosas misóginas, dignas de Schopenhauer.
- Yo soñaba que eras la luna, y la arena... bueno, algo así.
- Yo orbito como---
- No, mejor no lo digas. Lo arruinarías a tu estilo. Mejor quédate callado.
- Claro, mujer.

Una hora antes, había dicho tantas cosas hermosas bajo la luz de esa misma luna, frente a mi mar, y tal vez era algo cosa de él, cosas que son tan lindas aunque a veces tan cursis que una lo mira y se pregunta "se da cuenta?", para luego responderse, no, ningún hombre se da cuenta en esos momentos. Ni hombres ni mujeres, sueltan lo que tienen en mente y siguen con ello, letra tras letra, tal vez el secreto es jalar la primera y ya ves a la segunda esmerándose por acompañarla, la tercera se anima y las otras no tardan en llegar. Así salen esas cosas, son lindas o cursis no sé, sólo sé que me hacían sentir tan bien, esos días bajo la luna, el mar, cosas de él al lado de cosas mías.

De repente interrumpió mis ideas cuando empezó a cantar, sin mirarme, como quien recuerda algo que tenía que hacer, como quien quiere hacer algo para luego recordarlo, cosas de él.

- I am the walrus. Coo-coo-ka-choo.
- ...
- Los Beatles. Había uno que tenía máscara de conejo y la guitarra, imagínate que chévere.
- Moncho.

Se río en ese momento y se pegó un poco más a mí, protegiéndome del frío con sus delgados brazos. No recuerdo que fue lo que dijo, y seguramente no fue nada importante, seguramente las mismas cosas que decía siempre. La luna, simplemente, desde arriba, y el sonido de los carros pasando en la avenida a nuestra izquierda, esperando simplemente unas horas más hasta que su carro partiera.

- La pasamos bastante bien, no?
- Claro.
- Mira, en un mes voy a volver y---

En ese momento le di un beso, parándolo a media frase, para bien. También en ese momento no supe por qué, pero una lágrima empezó a bajar hasta mis labios.

Al decirle adiós, me di cuenta que no era yo quien estaba llorando.