sábado, setiembre 12, 2009

Uno: Sandra [Play full song here]


Vamos (versión radiograbadora) - Moon Over Soho

El motor sufre en cada cuesta empinada, las ruedas gimen en cada curva y la carrocería canta en cada bache. El bus está repleto de personas, maletines sobre sus cabezas que amenazan con caerse encima de ellos a cada segundo. En uno de los asientos delanteros un bebé llora en los brazos de su madre, que rápidamente tapa su boca y mira brevemente si su esposo sigue durmiendo. Una anciana habla en sueños, probablemente recordando algún pedazo de vida, las dificultades de mirar siempre al futuro de espaldas. El conductor lleva diez horas al volante, y espera encontrar un restaurante pronto para poder llenar el estómago.

En el asiento 26 [ventana], una chica mira por la [ventana]. La mirada en sus ojos, alguna vez decidida y animosa, se encuentra apagada. Sonríe cada cierto tiempo, sin saber muy bien porqué. Algunos pensamientos cruzan por su mente.

Sandra imagina el choque metálico de las ruedas de un tren con los rieles de una inexistente vía férrea. Imagina también una canción que fuera de acuerdo al sonido, digamos, I've seen it all, Selma Ježková singing con Thom Yorke, ah, You haven't seen elephants, kings, or Peru, I'm happy to say I had better to do. Apoya su cabeza en el sucio cristal de la empresa Familia Viajes S. A. y vuelve bruscamente a la realidad. No consigue darle el menor toque romántico a su situación actual: Sin dinero, sin ropa limpia, sin la certeza de un lugar a donde ir. Vendría a ser una comedia idiota, cree.

Ha tomado un bus de una empresa que accedió a llevarla por cuarenta soles a Arequipa. Por el servicio brindado, no debería pagar ni veinte, pero no tiene mejores opciones. Probablemente tarde más de 24 horas, amén de gente recogida en el camino y cena junto a la carretera [cena que no pagará], pero a pesar de ello se siente terriblemente afortunada de haber encontrado un asiento vacío. Fuerza a su mente a encontrarle algún sentido a lo que está haciendo en este preciso instante, y su mente no se permite apoyarla. Andrés, oh, Andrés, fue suficiente tipo como para pagarle un pasaje de Trujillo a Lima, e incluso quiso darle algo de dinero; dinero que ella rechazó de plano. Una vez en Lima, tuvo que encontrar el modo de tomar un carro que la lleve hasta Arequipa. No ha llamado a nadie. Ni a su madre, ni a sus amigos. Nadie tiene idea de dónde está, y la vergüenza y el miedo se confunden en ella. Ya en Arequipa, se sentirá mejor. Espera sentirse mejor.

Despierta en algún momento de la noche [se ha prometido mantener el celular apagado desde hace unos días, así que no tiene manera de saber la hora] y el recuerdo es suficiente. El recuerdo, se dice.

El recuerdo en la playa, o en el cine, o en la plaza, o en tantos lugares de Trujillo. Mira por la ventana y puede ver algunas estrellas dispersas sobre ese cielo solitario [tal vez sean las nubes], el mar rompiendo en las rocas, a tantos metros bajo el bus. Busca una constelación familiar y, luego de unos minutos, acepta que no podrá encontrarla. Empieza a hablar en voz baja, temiendo despertar a la señora echada a su lado.

- Imposible de reconocer a las Spica. Seguramente era cosa del momento, la iluminación, floro barato que se dice en la noche junto al muelle, y esa clase de cosas, Andrés señalaba y quizá...

The apparent brightness is deceptive, however, as Spica actually consists of two stars very close together (a mere 0.12 Astronomical Units apart) that orbit each other in slightly elliptical paths with a period of only 4.0145 days, which makes them difficult to study individually. Both are blue class B (B1 and B4) hydrogen-fusing dwarfs (the brighter nearing the end of its stable lifetime), making Spica one of the hottest of the first magnitude stars...

- ... Quizá Spica ni siquiera eran estrellas reales, al margen de lo que alguien más pueda decirme. Ni tan reales como verle el rostro y decirle "Andrés, sabes qué, me regreso a mi ciudad, esto se acaba aquí, ya no me llames". Estúpida de mí. Pero siendo algo honesta con él, bueno, pues justamente esa era la verdad: Metidaza de Pata, Sand-rex. Jeje, de nuevo a lo de siempre. Justificarme patéticamente al aire, como si hubiera la menor razón, como si de verdad me doliera decir "sí, unos capítulos o unas líneas en mi vida". Cinco o seis meses. Mis tobillos me duelen. La... subordinación? Así se dice? Subordinación de lo físico a lo espiritual: Nadie tiene una bonita historia que contar cuando no ha almorzado, no puedo disculparme al aire si me duelen los pies. Hey, señora, usted qué opina?

La anciana duerme intranquilamente a su lado, murmurando de vez en cuando "La pava, la pava".

- Sí, la pava, seguramente la pava. La pava de Sandra, querrá decir usted. La pava que se aleja de Huanchaco y ese transcurrir de los días tan maravilloso que duró un día, o quizá menos.

Suelta un suspiro y se acurruca un poco en el asiento, abrigándose en la polera. El último rastro de pelo teñido desapareció hace unas semanas, con el último corte de pelo, pero utiliza un gorro de todas maneras; gorro que viene bastante útil para compensar el frío de mierda de la Panamericana Sur a estas horas de la noche. Por la ventana puede ver los postes de electricidad, que parecen pasar uno tras otro, mostrándole, a intervalos regulares, su rostro inexpresivo en la ventana.

- Los postes pasan uno tras otro. Una metáfora del tiempo; son los postes pasando, idénticos entre sí, comparables al pasar de los días? Para la tipa dentro del bus, es así, pero se olvida que ella es la que está pasando, dejando atrás los postes. Idénticos, pero sólo porque los deja pasar [Porque los pasa]. Es lo mismo con los días, solamente se te hacen idénticos cuando los dejas pasar. Seguramente si me detuviera a ver uno, si me bajara, vería con detalle lo maravilloso de cada día [poste]. Ja. Pensar esas huevadas están bien para Antón, supongo. A mí me aburren.

Antón. Siempre que se pone a pensar cosas que tengan que ver con el tiempo, o con los postes, eventualmente ese nombre llega a su cabeza. Antón, Antón, el tiempo que enloquece a Antón. Cuando Sandra no regresó al cabo de una semana, Antón llamó. Llamó, llamó. Ella envió un escueto mensaje de texto. "Estoy muy bien, satisfecha y tranquila con mi vida. Traeré regalos cuando vaya de visita". Antón no respondió.

- Cuántas llamadas perdidas y nadie te avisó, Antón. Mira para lo que sirvió el dinero que me diste, mi bolsa de viaje, jaja. No sé porqué me quedé. Palta, miedo, ganas de... no sé. Aunque supongo que... nah, quién puede saberlo. Yo, debería? Oh, Should I stay or should I go, all over again, siempre es así. Debería quedarme o debería irme. So much for hasty decisions, creo. Y por qué demonios pienso en inglés últimamente?

Revisa su libreta de notas "Con la novela que nunca escribiré", y no la sorprende encontrarla vacía. Le sorprende, sí, encontrar un lapicero en un bolsillo. Anota un par de cosas, y cierra los ojos.

Sandra duerme profundamente el resto del viaje. Unas horas después, baja del bus, una máscara sin expresión cubriéndola, protegiéndola; al fin ha llegado a Arequipa. Revisa su bolsillo.

- Un clip que lleva hace no sabe cuanto tiempo.
- Una libreta de notas que quizás tiene el mismo tiempo, completamente vacía. Bueno, casi completamente, ahora tiene unas líneas encima.
- Celular [apagado]
- Dos soles con sesenta céntimos, para poder pagar un pasaje de combi y quizás comer algo.

Se detiene en la puerta del Terminal Terrestre, y mira a los carros pasar, rumbos distintos, posibilidades distintas. Es tal vez el fin de la tarde, pero no hay modo de saberlo, ya que la ciudad está debajo de una espesa neblina vagamente azul. Se sienta en la vereda por unas horas, ajena a palabras ajenas o pensamientos propios, mirando la noche pasar por delante.

Empieza a cantar.

En un rincón, la monotonía esconde mi desquiciada risa, perdida entre la brisa de una tarde; atraviesas mi ventana, ruedas por la cornisa, me sujetas al vacío de una calle sin salidas, porque nuestro mayor secreto es tan complejo como la fantasía, se termina tan deprisa, inventándome un absurdo juego desde el fondo de tus viejas heridas, cautivas por el tiempo y el silencio que lastima. Entre las hojas enmohecidas de un viejo libro duermes, agoniza el día, despiertas y no hay mayor desidia que robarte una sonrisa y huir a escondidas de un árbol que descalzo te recuerda, te confronta, y dice en secreto: Sé tú. Nuestro mayor secreto es tan complejo como en sueños y escapas tan deprisa inventándome un absurdo juego sin final.

Termina. Hay algunas monedas tiradas a sus pies. Las coge del piso y se las entrega a la primera mendiga que ve por la calle. La mujer agradecida, le dice “Dios te bendiga”. “Y a usted también”, responde Sandra.

Mata la noche sentada en una banca, garabateando en su libreta letras de canciones, poemas varios y, finalmente, un nombre repetido una y otra vez. “Mis palabras te atan”, se dice satisfecha, cuando el lapicero deja de escribir. La gente en la calle parece saber dónde va, subiendo y bajando de autos, entrando y saliendo de restaurantes, tomándose de la mano, yéndose una y otra vez. No se ve lo absurdo de la existencia humana sino cuando se le puede ver repetido tantas veces en rostros diferentes, que terminan siendo uno solo. Haciendo cosas sin querer o queriendo. En ideas de este tipo deja pasar el tiempo.

“Otra vez el tiempo”, se dice. Sabe que quizás sólo haya una persona a quién decirle todo esto. A quien contarle de las dificultades, de la desazón, de la incompresión, de la tranquila resignación, de tener tantos años y saber que no se ha hecho nada con la vida… y que esto no importe. Y tal vez…

Empieza a caminar por un sendero que conoce bien. Cabizbaja, se cruza con un amigo que no alcanza a reconocerla, o eso le parece. Cansada, mira la puerta de madera, a la vez que revisa su libreta, con un discurso cuidadosamente preparado y estudiado toda la noche.

Sonríe, arrepintiéndose y regresa sobre sus pasos. Deja la libreta y el discurso entre las hojas, sin saber si volverá o no por ella. Ha decidido obviar eso, y simplemente…

Toca la puerta de la casa de Antón.

- Epa.

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