sábado, setiembre 12, 2009

Tres: Javier [Foto cortesía de elnoos]



























Ah, ¿por qué vine hoy a tu casa? Bueno, apaga la radio y escucha esto.

Tú sal primero, gritó mi padre, y desapareció en una nube azul antes de que yo pudiera voltear a verlo. Caminaba delante de él, jalándolo con todas mis fuerzas, cuando sus dedos se volvieron polvo en mis manos, y luego, nada más. Yo apenas si pude escucharlo, estaba pugnando por salir de la casa, escuchando el sordo crujir de todas las columnas y techos, acaso un terremoto, pensaba yo momentos después de ser sacudido por él para salir de la cama, pero mil veces más espantoso, el suelo perfectamente quieto, la tierra callada, pero todo viniéndose abajo. Llegué a la calle y pude ver mi casa derrumbándose, colapsando en sí misma, entre el polvo que oscurecía todo y dije, seguramente ahí está mi computadora, seguramente mis hermanos y mis gatos y nunca se enteraron de nada y mi padre y todo lo que he tenido hasta el final de la tarde ahora es ese polvo azul que se me mete en la nariz y se queda en mi pelo. Sí, azul, me di cuenta en ese momento que todo el polvo era azul, ¿no te parece raro? Gritos similares venían de todas direcciones, gritos que no me podían importar menos. Caí de rodillas, jadeante, en la avenida, y la imagen era suficiente para mí. Arequipa estaba envuelta en esa neblina azul desde hace diez minutos y no había ni modo de saber cuando, ni modo de saber donde, pero sabía que era el final para todos. Simplemente lo sabía, ¿me entiendes?

De algún modo yo sabía también que mi casa fue la primera en colapsar, y aún no entiendo bien porqué lo sabía. Siempre es así en estas situaciones, no sabes ni tu nombre, pero sabes qué está pasando, o ni te interesa preguntarte a ti mismo el porqué. No había a dónde ir, así que caminé un poco. Los edificios cercanos eran escombros grises, y pude imaginar los gritos de los amables ciudadanos es en los apartamentos, chillando y gimiendo y quizá rogando convertirse en el polvo azul, los imaginé yendo a dormir luego de ver una serie en la tele o el chavo o una película, y de repente encontrarse con esa cosa inexplicable que había decidido terminarnos, esa cosa oscura y azul que se metía bajo las puertas y en los huecos de las ventanas y removía todo, alteraba todo, destrozaba todo, desaparecía todo. Me acerqué a la torrentera y recién fue en ese momento que noté el silencio. Algo que nunca había escuchado, créeme. Al inicio me pareció haberme quedado sordo, así que grité lo primero que se me vino a la cabeza. Lorena, sonó en la ciudad. Lorena, sólo su nombre y quizá como un efecto tranquilizador, una última vez, Lorena, estoy vivo, grité. ¿En qué momento la ciudad dejó de tener ruidos? O, más correctamente, ¿En qué momento la ciudad dejó de sonar?

La neblina se deslizaba por las calles, unos pasos delante de mí. Siempre me vi a mí mismo tal como todos. Yo como lo más importante de mi vida, claro, perfectamente natural. Alguna vez fantaseé con un escenario como este, en el que todo el mundo empezara a morir o desapareciera sin dejar huella y yo, único, quedara solitario, testimonio de la humanidad en un mundo absolutamente vacío de todo, solamente los edificios, los árboles, los animales. Qué torpe me sentí, qué abandonado me sentí. Triste testimonio de la humanidad, un niño muerto del miedo, un niño sin familia, un niño sin nadie, porque lo único que yo sentía era esa cosa que te da entre las cinco y cinco y media en una tarde cualquiera de marzo en Arequipa, todos sabemos como es eso. Mis pasos me llevaron hasta la Dolores. Siempre había esperado de la desolación algo más que esto. Sí, había un impacto muy real, en ver todo apagado, todo como si un gusano gigante y azul pasara por aquí; pero es casi lo mismo que el árbol que cae en medio del bosque: Si no hay nadie más que tú, nadie más siente la falta de algo. Era asfixiante, tener que cargar con la soledad de toda una ciudad, o acaso un planeta. Totalmente asfixiante… para una sola persona, razoné. Eso fue lo que me ayudó a decidirme, y fui a buscarla. De algún modo Lorena tendría que estar viva. De una manera velada, oculta a la comprensión y a la simple lógica, si yo había sobrevivido, ¿Por qué ella no? ¿Por qué ella no?

No te aburriré con detalles, Antón. Caminé. Corrí. Me desesperé. Temía no encontrarla. Temía de verdad ser el único en este mundo. Temí que de verdad se repitiera la historia, temí afrontar otra vez la certeza de que no exista para mí. Temí que desapareciera de nuevo, pero esta vez para siempre. Temí lo suficiente como para ignorar a nuestra ciudad destruida, la falta de cadáveres e incluso la incesante niebla azul, que parecía seguirme a todas partes.

Por fin, llegué a la casa de Lorena. Durante el camino, en mi imaginación, había agotado todas las posibles formas de no-encontrarla, una casa en escombros, un leve rastro de polvo donde debería estar su cuerpo, la simple ausencia de todo en la casa que tan bien llegué a conocer. La puerta estaba abierta, y me dirigí calmadamente a su cuarto. “Está viva”. “Tiene que estar viva”. Ella estaba sentada sobre su cama, mirándome. Yo sonreí, de medio lado, de esa forma que le gusta tanto. No había nada que decir. Estaba ahí. Siempre estaba ahí. Entonces, sin darme cuenta (y, mira, yo ya debería haberlo entendido en ese momento, las pistas estaban por todas partes, tú que escuchas mi narración, deberías haberlo deducido ya) acerqué mi mano a su rostro. Se derrumbó en polvo azul, se derrumbó en niebla azul. Sus ojos, sus labios, sus manos, se derrumbaron, y de ella solamente quedó un rastro vagamente oscuro en la habitación. Yo lo había hecho. Yo era lo único que en toda la ciudad había sobrevivido, y era porque yo lo había destruido todo, yo era la destrucción de todo. Es curioso recordarlo ahora.

Grité al despertar, y de cajón desperté a mi viejo, “Qué pasa ah?” Y yo seguía gritando, sin cesar, no plenamente seguro de haber despertado, y no necesariamente seguro de querer dormir nunca más. Era terriblemente simple, terriblemente obvio. En el sueño, yo era el causante de la niebla azul, y no voy a dejar que la niebla azul se ponga ahí, no creo que nadie deba de hacerlo. No hay razón para que los malos hábitos que crecen en ti destruyan tu universo. Por eso salí de la cama, me bañé, me peiné, y vine aquí, Antón. Voy a ir luego a su casa, pero vine primero aquí porque aún tengo miedo de estar soñando. Tengo miedo: qué tal si al besarla nuevamente, desaparece. No, por favor.

- Y esa es la razón por la que me tocaste la puerta, me despertaste a las once de la noche y me obligaste a dejarte pasar?
- Despertarte? Estabas despiertazo oye, seguro mongueando en Internet. Mira, yo hasta traje un ron por si las dudas. Y de obligarte a dejarme entrar? Nada, tú solito empezaste a decirme “Para demostrar que no estás soñando te contaré una historia secreta…”
- Y qué se supone que harás ahora?
- Ahora yo me voy a su casa.
- A la casa de Lore? Y qué vas a hacer?
- Le diré wolis.
- …
- Y no sé. La verdad no sé. El punto es ir.
- …
- Que parco eres a veces, oye. Si fueras una flaca, te diría que eres la parca, a pesar de la posible confusión con la muerte, y esa clase de cosas.
- Anda échate agua helada, Javo. No debería verte en este estado. Si vas a decirle algo… por lo menos que estés algo más presentable, no? Si no, estarás hablando tus huevadas y al final seguro---
- Los sueños, oye, los sueños.
- Qué tienen?
- Nadie sabe qué son, pero ocurren de todos modos. Como el fantasma amor, no crees? Pero lo que acabo de decir te lo podría decir cualquier mocoso de 10 años, me refiero… tú qué crees de los sueños? Nunca me paro a pensar en estas cosas, para eso estás tú.
- En verdad? Un coctel de cosas que vemos en el día, deseo sexual, y las ideas que no nos gusta aceptar. Siempre añádele un poco de vainilla, para disfrazar el sabor. Me parece una estupidez lo que haces, pero en fin. No es como que hubiera alguna prisa, ni nada. No eres la única persona del mundo que sueña algo así. Soledad, supongo.
- Pero eso del coctel lo has sacado de una peli con Charlotte Gainsbourg, no?
- Me encanta esa película. Hay otra de Gondry, el mismo director, Eternal Sunshine of---
- Ah, esa vaina la vi con Lorena.
- Sí? Cuándo?
- Uh… no recuerdo.
- Las fechas lo son todo, sabes.
- No recuerdo. Un festival de esos que arma el cultural de cuando en vez.
- Ahora, otra pregunta. Dónde queda Pablo?
- Preguntas, preguntas, preguntas. Nunca te han dicho que estarías ideal para un remake de “Quién quiere ser millonario?”
- Dónde queda?
- Se ha ido de viaje.
- Qué? Oye, yo estaba hablando con él anteayer por el chat.
- Su vieja le consiguió una beca o algo así.
- No puedo creer que hayas esperado hasta este momento. Y luego vienes, a inventarme una historia más de un sueño que has tenido, y todo simplemente porque tu mejor amigo se quita. Todo lo haces al revés.
- Es nuestro estilo, supongo. Y de mejor amigo…
- Pablo.
- Sí, bueno. No hablamos desde febrero.
- Alguna razón en especial?
- No, la verdad ninguna. Oye, ya tengo que irme pues.
- VayaconDios.
- Godspeed a ti también. Agur.

“Quizás Antón tiene razón… no debería tomar esa cosa” Piensa Javier, pues en la calle cree ver a una mujer caminando cabizbaja idéntica a Sandra, salvo tal vez por la suciedad, la tristeza en el rostro y el cabello tan distinto. Se le hace tarde y apresura el paso, hacia la casa de Lorena.

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