martes, abril 18, 2006

Tan Lejos

Érase una vez, en medio de las vastas praderas de los reinos del Sur, un concilio del mal. Se llamaban a sí mismos de esta manera, porque eran conscientes de las diferencias sustanciales de su planteamientos con el interés general. Así, si es que la mayor parte del reino del Sur estaba preocupada porque no había alimentos para invierno, el concilio del mar andaba preocupado porque el Regatas estaba bajando el precio de admisión. (El copista ignora por completo que demonios significa "precio de admisión"). Si los habitantes del Folde Oriental del reino opinaban que sería chévere construir una nueva escuela porque la anterior se caía a pedazos, los miembros del concilio del mal creían que sería más conveniente invertir ese dinero en nuevos palos de golf, justamente porque los actuales ya tenían más de dos años en uso y se caían a pedazos.

El concilio del mal, inevitablemente, notó que eran muchos menos que los demás, así que para que sus intereses pudieran primar, deberían tener otra ventaja (No la cuantitativa, sino la cualitativa). Así que decidieron educarse y, además, evitar que la mayoría del resto se educara.

Y fue así que el Concilio del Mal (Con mayúsculas), se volvió el grupo más inteligente en todo el vasto Reino del Sur. Con el grueso de los vasallos (Así empezaron a llamar a los no miembros del Concilio) en la ignorancia total, estaban seguros de que podrían decidir el destino del Reino, de modo tal que las cosas fueran lindas, lindas, lindas.

Pero había un problema. A pesar de ser más altos, más atléticos, más guapos y más cultos que los vasallos, los gobernantes eran elegidos por mayoría de la población. Es así que los vasallos tenían una ventaja inherente que no habían calculado. ¡Qué pillos!

Mucho tiempo estuvo el Concilio del Mal decidiendo que sería más conveniente para sus intereses. Uno de los más educados, Agustín Rumpeltinskin Bibiringoitia Baca del Toro, formuló la siguiente ley, (Conocida desde entonces como ley Bibiringoitia Baca del Toro):

El pueblo es estúpido.

Lo aclamaron. Lo idolatraron. Era la única ley real. Todas las demás eran mentiras.

Desde entonces, las cosas cambiaron para el reino del Sur. Habla, vamos al Jockey un día de éstos?

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